GUSTAV KLIMT llega a convertirse en retratista favorito de las mujeres de época. Estas obras sugieren precisamente que los elementos decorativos, siendo parte importante de la armonía del conjunto, son en sí mismo autónomos, pequeñas composiciones abstractas capaces de condensar más de lo que muestran, como los retratos de ADELE BLOCH-BAUER y de EMILIE FLÖGE, dos de los más famosos.