"Cesto de frutas"
de Caravaggio-1596-
Pinacoteca Ambrosiana, Milán
La obra fue encargada por el cardenal Federico Borromeo, un apasionado de las naturalezas muertas, cuando el artista ya pertenecía al círculo de Del Monte. Es parte de su primera producción: ambientes más luminosos, un uso más brillante del color y temas únicamente profanos.
A pesar de ser hoy una de sus obras más admiradas, fue considerada una obra holandesa hasta 1919, año en que Roberto Longui, un historiador cautivado, la rescató del olvido.
El aire casual que sugiere la sencilla composición de ramas y frutas en la cesta es el efecto de un equilibrio finamente calculado según las proporciones geométricas.
CARAVAGGIO estudia las variaciones de color y forma de estas frutas, y así se pone a la altura de Zeuxis quien, según el mito, pintó uvas tan realistas que los pájaros revoloteaban alrededor del cuadro.
Coronando la exuberante cesta, las ramas marchitas recuerdan el paso del tiempo y el ineludible final luego del verde verano.
La huella del gusano en la manzana roja, que alude al pecado, es uno de los elementos simbólicos más fuertes de la obra.
Caravaggio es de los primeros en romper con la jerarquía de géneros; para él, una naturaleza muerta podía tener el mismo valor artístico que una Virgen. Reivindica así el carácter abstracto del arte: algo puede ser bello sin necesidad de transmitir moralejas ni historias.
"Trampa-ante-el-ojo" se llama la ilusión creada por la pintura, cuando por su extremo realismo o sus trucos de perspectiva, el espectador confunde el arte con la realidad. Esta cesta es un magnífico ejercicio de simulación y un ejemplo de lo que el arte puede lograr.
El magistral detalle de las gotas sobre las frutas, una prueba brillante de la perfección técnica alcanzada, ha conquistado a los últimos indecisos.
La luz-que, como de costumbre en una obra, entra por la izquierda- y el fondo neutro contribuyen a eliminar la profundidad de la escena: no hay perspectiva, las frutas no hacen sombra, las hojas son meras siluetas sin volumen. Así crea una sensación de extrañamiento, en un motivo cotidiano.