Gracias a su formación artística, TOULOUSE-LAUTREC manejaba a la perfección tanto el óleo como la litografía, el pastel y el carbón sobre papel.
Utilizaba perspectivas oblicuas con el punto de fuga fuera del centro. Prefería los colores fuertes y las formas planas, y se sentía más a gusto pintando interiores con luz artificial que exteriores con luz natural.
Con pocas pinceladas o trazos conseguía expresar un máximo de movimiento. Su línea era sutil y ágil a la vez.
Fascinado por el arte oriental, muy extendido en la época, en muchos de sus carteles se perciben colores vibrantes, sujetos descentrados y líneas diagonales, rasgos típicos de las estampas japonesas.